La mímica facial es una de las principales características del ser humano. Esa capacidad que tenemos para expresar sólo con gestos nuestro estado de ánimo nos permite diferenciarnos del resto de especies que habitan la superficie terrestre.
Sonreír, asombrarnos, llorar o enfadarnos son gestos diarios que realizamos gracias a la musculatura facial. Algunos de nosotros, tenemos que mover muchos músculos a la vez, mientras que para otros sólo es necesario un par de ellos. Pero lo más relevante es que cubriéndonos a todos tenemos la piel, la cual funciona como una tela de lino que con el paso del tiempo y con cada gesto que realizamos, se va marcando, inicialmente de una forma superficial y progresivamente de una manera más profunda.
Por tanto, para evitar que la piel se llene de arrugas de expresión, que son aquellas que acompañan a los distintos gestos, debemos evitar gesticular… pero esto no es tan sencillo. De una forma voluntaria y consciente, durante un tiempo limitado, podemos controlar nuestra mímica disminuyéndola al máximo, pero en cuanto nos relajemos, volveremos a gesticular de una forma natural, la cual nos ha acompañado siempre.
Por las arrugas de expresión podemos conocer el carácter de una persona. Por ejemplo, las patas de gallo que rodean a los ojos nos indican que estamos ante una persona risueña, que ha pasado y pasa el mayor tiempo del día sonriendo. Por el contrario, las arrugas del entrecejo, son señal de una persona con una tendencia importante al enfado y la preocupación. Aquellas personas que presentan arrugas de expresión marcadas en muchas zonas faciales, -patas de gallo, entrecejo, frente-, son personas muy temperamentales que cada día invierten mucha energía en dejar claro su punto de vista empleando la mímica facial.
Llegado a este punto, y siendo conscientes de que no podemos dejar de gesticular, ¿qué podemos hacer para evitar su aparición? Es aquí donde entra en juego un papel importante: el uso de la toxina botulínica como tratamiento preventivo.
La toxina botulínica (ampliamente conocida como botox) es una sustancia derivada de una bacteria cuya principal función es la de frenar la capacidad del músculo de contraerse. Por tanto, si la aplicamos en los músculos que influyen en la mímica facial de una forma temprana, es decir, antes de que existan arrugas ya marcadas y con dosis moderadas que disminuyan pero no paralicen por completo la actividad muscular, lograremos evitar su aparición. En estos casos la estaremos aplicando como un tratamiento preventivo. También puede usarse en aquellos casos donde ya existan arrugas marcadas, siendo conscientes de que necesitaremos mucha más dosis para lograr efectos parecidos a los que conseguimos cuando aún no hay arrugas, provocando en ocasiones una parálisis total del músculo, lo cual lleva a una cara inexpresiva y poco natural.
Además, debemos recordar que cuando arrugamos un retal de buen lino, por mucho que lo planchemos, la arruga no desaparece por completo, al igual que la piel, que conservará cierto surco en la zona que habrá que rellenar si queremos que desaparezca por completo.
Por último, aunque no menos importante, añadido a la aplicación de toxina botulínica debemos protegernos siempre del sol, ya que se ha demostrado que en zonas donde la exposición solar está disminuida, la aparición de determinadas arrugas finas de expresión es mucho menor.
Artículo de Dra. Cristina de Hoyos.
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